UN
SI A LA DEMOCRACIA DIRECTA.
A partir del inesperado
resultado del referéndum sobre el Brexit,
en amplios sectores políticos, especialmente conservadores, se cuestiona la democracia directa como elemento de
participación ciudadana. Opinan que el referéndum no debía haberse
convocado, ni tampoco haberlo celebrado en Escocia. Todo parece indicar que se
ha iniciado una campaña, para deslegitimar el consultar directamente a los
ciudadanos.
A título de ejemplo, Josep
Mª Colomer en el diario El País, “Oligarquía o demagogia”, ( 25 julio 2016 ), afirma
que “ En territorios grandes con sociedades complejas y problemas difíciles,
la democracia directa y participativa degenera, como vemos en los referendos y
populismos de diversa factura. La alternativa es el gobierno de los partidos”.
Colomer
opina que la toma de decisiones directas por los miembros de una comunidad es
un mecanismo propio de la asamblea popular en un barrio o ciudad. No funciona
en ámbitos más amplios en los que se requiere competencia técnica, un cierto
distanciamiento de los problemas, pactos y apertura mental.
El establishment ve con preocupación que los ciudadanos pueden tomar decisiones de
gran calado al margen de los partidos políticos tradicionales sobre los que tiene
una notable influencia. Por eso aceptan que
los ciudadanos decidan asuntos del barrio, que como dicen, son más sencillos de
comprender, pero no en temas más complejos. Esta visión es compartida por
muchos dirigentes del PP y del PSOE, que ven como su pretendido monopolio de la
política, se vea perjudicado por la capacidad de los ciudadanos de tomar
decisiones importantes al margen de los partidos.
El Brexit ha
sido un serio aviso. El establishment
se siente amenazado, y por ello toda propuesta que vaya en contra de sus privilegios o de su acumulación de
riqueza se intenta desacreditar con la
etiqueta de “populismo”. El populismo de derechas e izquierdas existe, pero no
todo es populismo. A la democracia directa se la critica también con los
clásicos argumentos de la poca preparación de los ciudadanos para entender problemas
complejos, el poder ser influidos
por grupos de presión, la facilidad con
que se puede hacer demagogia o que facilita el voto de protesta. Algunos de estos
argumentos recuerdan los utilizados en el lejano siglo XIX para negar el voto
ciudadano; como mal menor, se auspiciaba el sufragio censitario por el cual solo podían
votar les persones de sexo masculino que tuviesen propiedades, riqueza o un
elevado nivel cultural.
Llevado al extremo, la descalificación
de la democracia directa supone una negación al principio de igualdad de
derechos de todos los ciudadanos para
decidir sobre los asuntos de interés colectivo. Es cierto que tiene
riesgos y que debe tener límites, por ejemplo, que no se pueda votar contra los
derechos fundamentales de las personas o del sentido común. Pero sus riesgos,
no son mayores que los que nos ofrece diariamente la democracia representativa.
Como es posible
que una persona tan ignorante y cretina como Donald Trump haya llegado a
ser candidato a presidente de los Estados Unidos? Como puede ser que en España el PP,
comprometido a fondo con la corrupción, haya ganado les elecciones españolas
de 2016 y aumentado sus votos en los territorios donde la corrupción fue más
descarada? O es que los partidos tradicionales no usan la demagogia y falsas promesas
en les campañas electorales?
Segun
Colomer dado el descredito de la política y la falta de honestidad generalizada,
la propuesta de Aristóteles del “gobierno de los mejores”, no son ya, la democracia y la aristocracia, sino, la
demagogia y la oligarquía, y entre esas dos fórmulas, la aristocracia
oligárquica debe ser considerada la menos mala.
Afortunadamente
esta opinión no es compartida por muchos. El descredito de
la política, ha acabado con la confianza ciega en los políticos y expertos. Han surgido con fuerza movimientos de base,
progresistas, que reivindican tanto la democracia
directa como la representativa para poder influir en las decisiones públicas. El cambio de época con el uso de internet, abre
también nuevos espacios de participación democrática.
Los partidos, parlamentos, y gobiernos, siguen siendo el elemento central en todo
sistema democrático. Pero el perfeccionamiento del sistema debe basarse también
en usar las oportunidades que ofrecen la democracia directa, participativa
y digital. Todos estos instrumentos deben contribuir a una mayor participación
de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas y a una mayor
transparencia, control y evaluación de la gestión pública. Todo ello redundará
en mejorar la degradada calidad
democrática del sistema.
Francesc Raventós
Exdecano del Colegio de Economistas de Cataluña
Enviat al diari EL PAIS., No publicat.
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