El resultado de las elecciones presidenciales francesas han dado un respiro temporal a la amenaza que supone una creciente extrema derecha en Francia y en la Unión Europea. Se ha ganado un tiempo precioso para intentar dar respuestas a los muchos problemas que preocupan a los ciudadanos. No será fácil, pero sólo un decidido cambio de rumbo puede permitir encauzar la compleja situación. De lo contrario el futuro de Francia y de la Unión Europea será muy obscuro.
El desequilibrio entre el poder económico y el poder político es enorme, lo que facilita la concentración de riqueza y de poder en pocas manos, el empobrecimiento del resto y pone en peligro a la democracia. Hay que ofrecer una alternativa viable al modelo neoliberal actual, no basada en aplicar medidas antisistema, sino en promover una “revolución reformista” que permita devolver el sentido común a la sociedad y a la economía.
Se proponen cinco grandes líneas de actuación. La primera es conseguir un modelo de sociedad, en el cual la economía esté sometida a la política. El crecimiento económico evidentemente es básico, pero para el ser humano también son importantes la libertad, la democracia, la justicia, los sentimientos, la familia, el trabajo o la cultura.
La segunda línea supone que los ciudadanos debemos aceptar la realidad del nuevo entorno de cambio permanente y aprovechar las oportunidades que ofrece. Europa ya no es el centro del mundo y ha iniciado su declive. Pueden venir tiempos difíciles, con elevado paro estructural y pérdida de poder adquisitivo. Pero también hay muchas oportunidades que debemos saber aprovechar.
La tercera línea es conseguir una economía productiva de progreso basada en el mercado. No se pretende cambiar radicalmente el sistema económico actual, que tiene aspectos positivos, como por ejemplo, la capacidad de iniciativa o un beneficio razonable, se trataría de transformarlo, poniendo límites cuando se atente al interés general. El nuevo modelo económico ha de promover el crecimiento económico y la productividad, pero también reducir las grandes desigualdades con una distribución más justa del beneficio del crecimiento. El sistema financiero ha de estar al servicio de las empresas y las familias y deben ponerse límites al capital financiero especulativo.
Cuarta línea: El Estado ha de tener un papel activo como agente económico-social y ha de garantizar el buen funcionamiento de la sociedad, la economía, el estado de bienestar, la creación de empleo, la dignificación del trabajo, impulsar la cultura y la sostenibilidad. La colaboración público privada resulta imprescindible.
Se precisa un nuevo sistema fiscal eficaz, justo y progresivo, que luche contra la evasión fiscal, sea corrector de les grandes desigualdades y que progresivamente se sitúe en el nivel de ingresos de la media de la Unión Europea. No pueden pretenderse servicios de calidad como en los países nórdicos, pero pagar impuestos como en Bulgaria o Grecia. En España, los ingresos públicos, están 9 puntos del PIB por debajo de la media de la Eurozona. Supondría ingresar 100.000 millones de euros más anualmente.
Y la última línea de acción es conseguir una Unión Europea, fuerte, democrática, unida y que se exprese con una sola voz. Últimamente la Unión Europea ha sido una máquina de desregular mercados y no ha protegido a los ciudadanos de un capitalismo salvaje. Ahora debería convertirse en la primera línea de defensa de los ciudadanos, de las amenazas del repliegue y proteccionismo de los países, y de todo tipo de extremismos.
Mientras la población de la Unión Europea envejece, su peso económico se reduce, y su influencia política disminuye, estamos todavía debatiendo que hacemos con la Unión Europea, olvidando que el entorno mundial ha cambiado y que donde se negocian y se negociaran las políticas mundiales, es y será en el Mar de la China y en el Pacifico.
Si queremos evitar el declive, habrá que avanzar rápidamente hacia la unidad de la Unión Europea, recuperar la supremacía de la política sobre la economía y abandonar las políticas neoliberales radicales. Por tano se precisa una renovación a fondo de ideas, políticas, personas y recuperar la ilusión por el proyecto común.
El tiempo ganado nos ofrece la oportunidad de aplicar nuevamente el sentido común en el funcionamiento de la economía. Sabremos aprovecharla?
Se proponen cinco grandes líneas de actuación. La primera es conseguir un modelo de sociedad, en el cual la economía esté sometida a la política. El crecimiento económico evidentemente es básico, pero para el ser humano también son importantes la libertad, la democracia, la justicia, los sentimientos, la familia, el trabajo o la cultura.
La segunda línea supone que los ciudadanos debemos aceptar la realidad del nuevo entorno de cambio permanente y aprovechar las oportunidades que ofrece. Europa ya no es el centro del mundo y ha iniciado su declive. Pueden venir tiempos difíciles, con elevado paro estructural y pérdida de poder adquisitivo. Pero también hay muchas oportunidades que debemos saber aprovechar.
La tercera línea es conseguir una economía productiva de progreso basada en el mercado. No se pretende cambiar radicalmente el sistema económico actual, que tiene aspectos positivos, como por ejemplo, la capacidad de iniciativa o un beneficio razonable, se trataría de transformarlo, poniendo límites cuando se atente al interés general. El nuevo modelo económico ha de promover el crecimiento económico y la productividad, pero también reducir las grandes desigualdades con una distribución más justa del beneficio del crecimiento. El sistema financiero ha de estar al servicio de las empresas y las familias y deben ponerse límites al capital financiero especulativo.
Cuarta línea: El Estado ha de tener un papel activo como agente económico-social y ha de garantizar el buen funcionamiento de la sociedad, la economía, el estado de bienestar, la creación de empleo, la dignificación del trabajo, impulsar la cultura y la sostenibilidad. La colaboración público privada resulta imprescindible.
Se precisa un nuevo sistema fiscal eficaz, justo y progresivo, que luche contra la evasión fiscal, sea corrector de les grandes desigualdades y que progresivamente se sitúe en el nivel de ingresos de la media de la Unión Europea. No pueden pretenderse servicios de calidad como en los países nórdicos, pero pagar impuestos como en Bulgaria o Grecia. En España, los ingresos públicos, están 9 puntos del PIB por debajo de la media de la Eurozona. Supondría ingresar 100.000 millones de euros más anualmente.
Y la última línea de acción es conseguir una Unión Europea, fuerte, democrática, unida y que se exprese con una sola voz. Últimamente la Unión Europea ha sido una máquina de desregular mercados y no ha protegido a los ciudadanos de un capitalismo salvaje. Ahora debería convertirse en la primera línea de defensa de los ciudadanos, de las amenazas del repliegue y proteccionismo de los países, y de todo tipo de extremismos.
Mientras la población de la Unión Europea envejece, su peso económico se reduce, y su influencia política disminuye, estamos todavía debatiendo que hacemos con la Unión Europea, olvidando que el entorno mundial ha cambiado y que donde se negocian y se negociaran las políticas mundiales, es y será en el Mar de la China y en el Pacifico.
Si queremos evitar el declive, habrá que avanzar rápidamente hacia la unidad de la Unión Europea, recuperar la supremacía de la política sobre la economía y abandonar las políticas neoliberales radicales. Por tano se precisa una renovación a fondo de ideas, políticas, personas y recuperar la ilusión por el proyecto común.
El tiempo ganado nos ofrece la oportunidad de aplicar nuevamente el sentido común en el funcionamiento de la economía. Sabremos aprovecharla?
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